Mírame a los ojos. Mañana por la mañana mi dueño va a venir a buscarme
en su coche. Me pondré muy muy contenta. Lo quiero, lo adoro. Coche
significa que me va a llevar a correr al monte. Pero donde paramos no
crece la hierba, solo huelo perros, gatos, animales que ladran
encerrados, asustados, nerviosos. Mi dueño, ¿qué está haciendo?, me
entrega a una mujer y me atan en un cuarto frío y oscuro. Oigo el motor y,
no, no puede ser, se va e intento liberarme, salto, ladro, chillo hasta
desgañitarme, hasta quedarme afónica y tengo miedo, pánico. Me destrozo
el cuerpo, la voz, el alma. No sé el tiempo que pasa hasta que él
llega, otro hombre que bruscamente me coge, me inmoviliza, me pincha, me
inyecta y solo pienso en él, en mi dueño, ¿dónde está?, y los ojos se
me cierran. Me muero. Me matan. Me han matado en la perrera. Silencio.
¿A quién le importa? Soy solo una perra. Nadie tuvo un hueco, nadie
tendió una mano. "Qué pena", dirás, "qué injusto", "qué mierda", "qué
cabrón de dueño". Y seguirás con tu vida tú que puedes. Mañana voy a
morir. Yo no lo sé pero tú sí.