sábado, 14 de mayo de 2016
El gato de las 14 vidas
Ayer te lo dije. Hacía semanas que tu
analítica no era compatible con la vida. Que los gatos tienen siete
vidas es una realidad pero tú, amigo, llevabas catorce. Y seguías aquí,
esperando, esperándome. Y te lo dije: "No te puedo curar, Zarko, tienes
los riñones destrozados, no funcionan y para los gatos no hay
transplantes ni diálisis. No te puedo dar nada, hacer nada, no te puedo
curar, Zarko. Ese malestar que sientes, no lo puedo aliviar. No vas a mejorar,
Zarko. Así es la vida que te queda". Y bajaste al suelo para
restregarte contra mis piernas. Y ronroneaste. Y me entendiste. Ese
Zarko que malvivió por años, que enfermó y lo envenenaron, el gato que
desconfiaba de los humanos. El gato que me dio el mejor regalo: su
confianza, conseguida poco a poco desde aquel 17 de febrero del 2010 en
que llegó. En estos años, nadie preguntó por ti. Nadie quiere un gato
geriátrico y enfermo. Nadie menos un niño, tu padrino. No te conseguí un
hogar, al menos pude decirte que alguien te quería. Que a alguien le
importabas. Alguien se interesaba por ti y veía tus fotos. Un niño que
no entiende de gatos invisibles, viejos, enfermos. Un niño que,
simplemente, te vio y te quiso. Con los ojos del corazón, como los
tuyos. Y te fuiste a tu hueco a encontrarte, valiente, con la muerte. Ya
te echamos de menos, amigo.
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