martes, 9 de febrero de 2016

Por qué no damos perros a cazadores

Hay gente que sale al monte mata un animal y se lo come. En ocasiones les acompaña su perro, en ocasiones no. De ellos no va a este post. En más de 20 años de recogida de animales abandonados y trabajo en clínica, voy a hablaros de los cazadores que conozco, los que usan perros como una herramienta más. Son los que llegan a la clínica con perros destrozados por jabalís. Los que entran con cachorros con parvo, sin vacunar y sin quererse gastar un euro en la medicación que los puede salvar. Los que traen perros en las últimas cuando ya poco hay que hacer por ahorrarse una consulta a tiempo. Los que los alimentan con pienso del peor entre el peor. Los que te exigen rebajas en chips y vacunas. El olor. El olor de todos esos perros. A miseria. Encerrados en cuchitriles. Atados a un palmo. Entre la mierda. Son aquí podencos, grifones, ratoneros, bracos y sus cruces. No cuento los cockers, no. Jamás en otros perros encontré tanto miedo, tanta sumisión. Piden permiso para respirar. Para comer. Pánico. Nos tienen pánico. No saben que las manos también acarician. No saben qué es jugar. Si no saben cazar, si envejecen, si enferman, si se preñan, si no los colocan todos... los abandonan. Como poco. Los he criado a biberón. Los he recogido comidos por la sarna y el miedo. He tardado horas en poder acercarme. Les he visto el estómago lleno de tierra desesperada cuando no hay otra cosa que comer. He visto perdigonazos agujerear sus cuerpos. Miembros rotos. Cáncer. Parásitos. Toneladas. He tenido que ayudarlos a morir. Por respeto a todos ellos, no, no doy perros a cazadores.

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